viernes, 23 de diciembre de 2011

La densidad de la materia

Agujeros negros,
espacio helado
eterno acero

supernovas oscuras,
pozos supermasivos
abismos de locura.

Negro y vacío,
pero sobre todo
muy muy frío.

Salgo a la noche helada
bajo las oscuras galaxias
y siento más frío por dentro
que el que me cae por fuera.

Solo frío donde poco antes
no sobraba una estufa
ni era grueso el jersey,
sino el milagro del calor.

El calor de la materia negra.
Negra de terciopelo suave,
negra desde los pies a la cabeza.
De las medias, de las piernas
del cuello, oculto a mis besos.
Negra rosa de terciopelo
con las blancas manos
brotando por encima del cálido negro
de tu regazo.

El milagro de la densidad.
El milagro del breve espacio
que va de cadera a cadera,
de hombro a hombro,
de rodilla a rodilla,
de tu espalda a tus senos,
de labio a labio.

El milagro de cómo una breve masa
rodeada de ese amable espacio
ejerce tanta atracción como todas las galaxias

El milagro de cómo recibir tanta pasión
sin que hierva la razón..
El milagro de la densidad  del amor.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Amar sin red

Al principio cometí un gran error.

Pretendí que me tendieras una red para ir sobre seguro. Que me dieras pistas, señales, que me alentaras. Pero, ¿cómo ibas tú a hacerte cargo de mi miedo a volar si recién acababas de caerte?

Fueron pequeños intentos de levantarme del suelo, creyendo que esos tímidos saltos iban a permitirme cruzar el abismo telefónico que nos separaba, y poniendo la responsabilidad del otro lado, que solo se preocupaba de sobrevivir en su naufragio. Luego vino otro naufragio, una isla desierta y un darme cuenta de que los tesoros estaban al otro lado del mar que me aislaba.

Ahora comprendo que las cosas no pueden hacerse así. Si uno quiere volar tan alto como los trapecistas, no puede estar pendiente de dónde está la red y si la caída será dentro o fuera de ella.

Solo así se puede llegar lo más lejos posible. Sin reservas, sin precauciones. Con mucho miedo de caer, porque no hay ni la más mínima seguridad.

Entonces, y solo entonces, uno se entrega amando, a fondo, con todas las fuerzas, con todo el tiempo, con toda la pasión. Cuando no se puede pensar en otra cosa que en el momento presente, en lo que se entrega sin compensación, en lo que se arriesga.

Porque cualquier duda, cualquier atisbo de querer una seguridad, nos puede distraer en el momento más difícil, en el punto más alto del salto.

No sé si seguiré volando o si caeré, si acabaré abrazado a tu pecho o en el duro suelo. No quiero mirar hacia abajo y ver la altura que ya he alcanzado.

Hoy solo quiero seguir volando.
Seguir amándote.
Otro día más.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Cómo seguir

Cómo seguir cuando te alejas...
Tanto como para buscar escusas congeladas
a 60 metros de tu partida
tanto como para ganar cinco minutos más de felicidad
incluso bajo una farola apagada.

Tanto llena el regalo de tu sonrisa que más dura se hace la partida
que me asaltan ideas de huir a una helada noche estrellada
de salir a una sierra pelada y tratar con hielo esta lesión que deja tu vacío.

Pero me ahorro el largo camino con mis luceros de colores
mi árbol de navidad junto a mi estufa y mi alfombra colorada
el mismo calorcito que a tí te conforta y a mí me cura este corazón frío.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Algo muy grande

Discutimos y nos perdonamos.
Y al colgar el teléfono de pronto
algo muy grande subió de abajo
y me llenó todo de lado a lado.

Algo que casi quemaba
algo que casi asfixiaba
algo que no quería callar.

Dudé si pedir auxilio o gritar
pero un teléfono vino a ayudar
y un gran "te quiero" voló sin parar.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Llueve

Está lloviendo en este día de sol.
Un sol de sonrisas y de ternura.
De unas nubes de dulcísimo tiramisú.
Una lluvia de besos tranquilos.

Llueven besos sobre tu piel fragante.
Caen con cuidado sobre tus hombros adorables,
resbalan por tu cintura hermosamente ceñida,
y se posan en tus delgadas piernas
que los aguardan para desayunar.

Vientos de este sur soleado,
altas presiones emocionales,
claros matinales en las pupilas,
tiempo de felicidad estable,
anticiclones de sonrisas navideñas.

¿Y qué tiene de extraño un beso,
si es tan solo la necesidad urgente
de acortar la distancia
entre tu boca y la mía?

viernes, 9 de diciembre de 2011

Robos y prohibiciones

Como tengo prohibido decir ciertas cosas, no puedo decirte que te he robado cinco minutos. Cinco hermosos minutos.

Ayer te quedaste dormida. Seguramente no me dí cuenta en seguida, porque apenas me volvía a mirarte.
Pero cuando te miré, estabas dormida, con la cabeza ladeada sobre el hombro, encogida bajo tu mantita.

Al principio pensé en llamarte  pero de pronto dudé. Es la primera vez que te observo dormida. Y por cinco minutos me quedé saboreando el placer de estar haciendo algo prohibido sin que nadie me pudiera ver.
Sentía el riesgo de que esos ojos se abrieran y me descubrieran. Ya sabes que no puedo mirarte a los ojos porque me recorre el vértigo  como si mi corazón saltara por una catarata de aguas impetuosas.

Durante esos lentos latidos del reloj, descubrí un nuevo mundo. Te vi rendida al cansancio del sueño. Por primera vez tu rostro con los ojos y la sonrisa apagados. Encontré párpados y labios fatigados dónde siempre hay viveza nerviosa y alegría. Ahí estaba la mujer que cada noche se rinde al sueño cansada después de trabajar, educar, mimar, estudiar, cocinar, y querer. Que sueña dormida con sus ilusiones porque el día no le deja detenerse a soñar.

A veces me dices provocativa: "¡A ver en qué me vas a critícar hoy!"

¿Qué le puedo decir a una mujer que acaba cada día rendida así?

Solo cabe la ternura de un abrazo que alivie un poco el cansancio.
Solo tiene sentido un beso de buenas noches para que esos labios dormidos dibujen de nuevo su sonrisa.
Solo rendirme a mi fatiga y quedarme dormido... quizá a su lado.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Todos

Ayer estabas guapa, muchísimo.
Y esa sonrisa divina, hermosamente besable.
Unas veces me arrepiento más que otras
de no ser más pillo y robar un beso,
pero...
¿de qué me servirá uno solo
si los que quiero son todos?

sábado, 26 de noviembre de 2011

Lo que yo más quiero

Por un momento he tenido al lado juntas y a la vez a algunas de las personas que más quiero.

Iba a decir que por un momento he sido muy feliz. Más de lo que nunca me hará poseer nada ni lograr ningún objetivo. Sincera e ingenuamente feliz, como un niño.

Pero no es correcto decir que solo he sido feliz solo en ese momento. Sigo siendo feliz. Aunque ya no estén todas junto a mí, no hay ninguna tristeza. Ni una sombra de ella.
¿El secreto? Que sigo queriendo. Y es que me he dado cuenta de que lo que me hace feliz es querer a las personas que más quiero, y eso no tiene que tener fin.

Por eso, aun soy feliz, muy feliz...

lunes, 14 de noviembre de 2011

Lloviendo

Está lloviendo.

Me encantan los días de lluvia. Sí. Sé que para salir a la calle e ir a trabajar son una pesadilla. El tráfico, los charcos, los paraguas mojados.

Pero me encanta ver llover en casa, sentado en el sofá con una mantita, viendo a través de la ventana cómo cae el agua en esta rara oscuridad de un anochecer a mediodía. Y me sirvo una taza de té y me gusta imaginarme que estoy en una casita en el campo en Dinamarca, en verano, viendo llover en el jardín y sobre los prados verdes ondulados más allá de la valla de listones recién pintados de blanco. Y también sobre la playa de arena clara que se adivina en el horizonte, donde el mar en calma chisporrotea cuando las gotas de lluvia caen en medio de sus circulitos, que las reciben antes de meterse en un abrazo juntos en el agua gris azulada.

Cada círculo y su gota. Juntos. Fundiéndose en una misma ola, como un beso inacabable, de aguas que se buscan sin cesar.

Y yo me pregunto, ¿querrá tanto el agua del mar a la de la lluvia como yo a tí?

lunes, 31 de octubre de 2011

En busca de mi sofá (2)

 Creo que he encontrado mi sofá.

Y lo más simpático de todo es que creo que lo encontré hace ya bastante tiempo, casi dos años, a finales de un febrero que se prometía tan anodino como el resto del invierno que terminaba.

 No he encontrado mi sofá poco a poco, sino que sucedió inesperadamente, inexplicablemente, como resultado de muchas pérdidas y como preludio de muchos encuentros.

Y sin embargo, he tardado mucho tiempo en darme cuenta no solo de que era el sofá perdido, sino incluso de que era un sofá. Tan solo me di cuenta ayer, de sopetón, como un jarro de agua fría, no porque sea malo, porque la sorpresa fue agradable, sino por haber tardado tanto en darme cuenta de que llevo tanto tiempo delante de mi sofá.

Es un sofá de color blanco, y da la impresión de ser confortable y de proveer una mantita para poder pasar un sábado lluvioso y frío en la mejor y más calentita de las compañías. Y no solo un sábado; también un domingo y quizás hasta largas temporadas refugiados de los peores temporales de lluvia.

Es un sofá muy largo, y al otro lado te he encontrado... ¿Quieres también encontrar de nuevo tu sofá?

martes, 28 de junio de 2011

Algo

Algo, un latido
algo, una mirada
nada, un me temo
nada, un me alegro
dentro, no es nada
dentro, se pasa
basta, no viene
basta, se quiere
mira, no puede
mira, me advierte
viene, seduce
viene, no siente

¿nunca basta algo que no viene de dentro?

domingo, 12 de junio de 2011

Ahora que sé que me lees

Sin rostro, sin hora, sin lugar,
pero me lees,
lo sé en mis letras que vibran
cuando las tocas con tus ojos,
quizás muy temprano,
envuelta en el frío del alba.

No envidio a mis letras,
pero se cuelan en tus ojos,
acarician tus sentimientos
muy adentro, en tu fondo.

Me siento entonces infinito.

Puedo imaginar sábanas
y una noche de verano
y una ventana llena de luna.
Puedo crear caricias, amantes,
abrazos que enredan,
noches que pasan
sobre una cama.

Y allí estas siempre tú,
bebiendo palabras,
desnuda sobre las páginas.

Para tí, que entregas tu imaginación a mis palabras.

jueves, 9 de junio de 2011

Trenes y estaciones

Hoy estaba desempolvando uno de mis CDs antiguos y disfrutando con ese hipnótico "Last Train Home" de Path Metheny.

Esa canción me fascinó la primera vez que la oí, una madrugada de jueves a finales de los 80, cuando aguantaba el sueño para tragarme Metrópolis en La 2, cuando las novedades llegaban por la tele y no por internet. Ni siquiera me quedé con el nombre del autor, pero durante años deseé tener ese video de nuevo, porque quedó grabado en una inservible cinta de vídeo Beta que ya no se puede reproducir. Qué diferente hoy en día. Me ha bastado encender el ordenador y esperar unos segundos para verlo de nuevo (http://www.youtube.com/watch?v=Sq5oqY3-vhg).

Dejándome llevar por las imágenes no he podido evitar la nostalgia, y me he sentido un poco como ese tren incansable del vídeo, siempre en movimiento, siempre adelante sin detenerse y sin mirar atrás.

Y el caso es que al final he terminado pensando en los trenes que pasan, en las estaciones que se dejan atrás, y en algunas estaciones que aparecen de nuevo en el camino por las que ya pasó un tren de largo.

Y bien es verdad que a veces me gustaría ser como un tren de cercanías, rutinario, familiar, predecible. Pero para eso hace falta una buena estación, sencilla y sobre todo amplia y luminosa, sin curvas cerradas, sin semáforos caprichosos, sin horarios de apertura y cierre, sin prisas...

Así que de momento me quedo en hacer viajes de costa a costa, atravesando vacías praderas con sus riachuelos cristalinos y su aire limpio, las tormentas de primavera, el calor del verano, el viento del otoño, y sus helados inviernos. Prefiero sus rectas interminables hasta más allá de donde se pone el sol, con todo el tiempo del día y de la noche para detenerse a descansar.

Creo que este verano, vaya donde vaya, probaré a tomar un tren. Me parece que por primera vez seré un tren que alguien ha perdido.

viernes, 3 de junio de 2011

Nada

Sol de amanecer.

Luz cálida de primavera

contra ese mármol frío al alba

y esa vacía plaza blanca.


Mirada a mirada

recupero un recuerdo,

mi recuerdo,

mi ciudad,

que no era fría, sino bulliciosa,

plena de verano,

de turistas en cola,

de buscar una sombra

de aire respirable.


Las piedras relucen,

el viento las limpia,

se lleva una atmósfera densa,

se lleva las dudas,

las ambigüedades,

las noches que duran un espejismo

los espejismos de una noche

los lagos sin agua,

los fondos de arena.


El viento se lleva lejos

espejos que devuelven imágenes que no son,

palabras que no valen ni siquiera lo que significan

y sobre todo,

distancia...

distancia.


Distancia poblada de palabras y palabras

que mantienen la distancia calculada.

Ni cerca ni lejos,

sino exactamente en medio,

en medio de la duda,

en medio de la indecisión.


Distancia exacta que necesita nada para ser eso,

absolutamente nada.