viernes, 9 de diciembre de 2011

Robos y prohibiciones

Como tengo prohibido decir ciertas cosas, no puedo decirte que te he robado cinco minutos. Cinco hermosos minutos.

Ayer te quedaste dormida. Seguramente no me dí cuenta en seguida, porque apenas me volvía a mirarte.
Pero cuando te miré, estabas dormida, con la cabeza ladeada sobre el hombro, encogida bajo tu mantita.

Al principio pensé en llamarte  pero de pronto dudé. Es la primera vez que te observo dormida. Y por cinco minutos me quedé saboreando el placer de estar haciendo algo prohibido sin que nadie me pudiera ver.
Sentía el riesgo de que esos ojos se abrieran y me descubrieran. Ya sabes que no puedo mirarte a los ojos porque me recorre el vértigo  como si mi corazón saltara por una catarata de aguas impetuosas.

Durante esos lentos latidos del reloj, descubrí un nuevo mundo. Te vi rendida al cansancio del sueño. Por primera vez tu rostro con los ojos y la sonrisa apagados. Encontré párpados y labios fatigados dónde siempre hay viveza nerviosa y alegría. Ahí estaba la mujer que cada noche se rinde al sueño cansada después de trabajar, educar, mimar, estudiar, cocinar, y querer. Que sueña dormida con sus ilusiones porque el día no le deja detenerse a soñar.

A veces me dices provocativa: "¡A ver en qué me vas a critícar hoy!"

¿Qué le puedo decir a una mujer que acaba cada día rendida así?

Solo cabe la ternura de un abrazo que alivie un poco el cansancio.
Solo tiene sentido un beso de buenas noches para que esos labios dormidos dibujen de nuevo su sonrisa.
Solo rendirme a mi fatiga y quedarme dormido... quizá a su lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario