Aquel té de jazmín tenía el color del ambar mas delicado.
Mientras, fuera llovía sobre los bancos de la orilla del río
y dentro flotaban los poemas sobre la tarta de chocolate.
-Siempre lo recordaremos- dijimos entonces.
Ojalá yo lo recordara así y ojalá tú hubieras estado allí.
Con unas tijeritas hubiera recortado un rio
para pegarlo encima de mi poster de Paris, que no tiene orilla,
hubiera añadido mis poemas para alegrar un poco
la tarta que venden en el supermercado de abajo,
y tus ojos de color ambar hubieran hecho el resto,
incluso sin lluvia.
Paris lo hubieramos inventado más tarde entre los dos.
domingo, 5 de julio de 2009
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