No sé como explicarlo, pero he perdido mi sofá.
Es una situación absurda, ya lo sé. Sobre todo si explicara las circunstancias concretas.
Es un proceso que me ha llevado años, poco a poco, pero lo he ido perdiendo, y no me he dado cuenta hasta hace menos de una semana, de sopetón, como todos los malos tragos de la vida.
No podría explicar claramente cómo se siente uno sin su sofá. Imagina un día de lluvia de mediados de febrero, mejor un sábado. Después del desayuno sientes un frío que pela y te apetece tomar tu mantita y acurrucarte en el sofá.... ¡Pues ni manta ni sofá! Solo desamparo, una sensación de desprotección contra el frío, contra la lluvia, contra el cansancio. Una condena eterna a vagar errante de pié por la vida sin reposo. Porque un sofá es bienestar, es reposo, es hogar, es... lo que he perdido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
La sombra del bonsai
El sol dorado del otoño vuelve a acariciar la gran alfombra de lana roja, fiel a su cita con el equinoccio, como todos los años. Debajo de l...
-
El sol dorado del otoño vuelve a acariciar la gran alfombra de lana roja, fiel a su cita con el equinoccio, como todos los años. Debajo de l...
-
Yo había pensado en un florero, pero quizás la imagen del cactus sea aun peor. El florero no puede sufrir. Al cactus aun se le puede tortura...
-
Entre la poca luz y la aun oscura sombra pasa una silueta silenciosa, trata de no hacer ruido pues me cree dormido, pero hay algo en mi se...
querría saber qué fue del sofá....
ResponderEliminarFue como un destete. El trauma inicial me forzó a aprender. Aprender a vivir sin sofá propio. A veces visitar o compartir algún sofá. Aprender a que el bienestar, el reposo, el hogar, ... no dependan de tener un sofá esperando siempre ahí.
ResponderEliminar